Porque de ella no te terminas de ir; la abandonas cuando te parece y la retomas azarosamente en cualquier hora, estación o lugar. Dirá las cosas a retazos como el avance del Talgo que comunica Madrid con el sureste español, o pausadamente cual novela de Brown con novecientas veintisiete páginas, o fugaz como el flow de Rayden en una de sus batallas vis à vis allá por el 2006 frente a Yeah Jon, o fulgurante como los quince días que duró vigente la extinta Constitución de 1812; pero las expresa, que, en resumidas cuentas, ése es el fin.
Son velocidades, maneras y el tacto de cómo expresarlo. Mejor hacerlo sentado que por un puente roído e intransitado a altas horas de la noche y con la compañía del vibrar de un tren que avisa su proximidad desde lejos y de un ipod con la música en modo 'desconexión total con el mundo exterior' -ahora bien, no seré yo el que predique con el ejemplo: o sí, pero porque encarno el segundo supuesto-.
Por lo demás, que hablen, que hablen mucho, que critiquen, pero que vean sus fotos del principio de la primavera de hace hoy tres años y corroboren cuanta gente ha ido desapareciendo de sus vidas, y ahora sienten añoranza... Que todos los años florecen nuevas amapolas o individuos, si bien lo interesante es que el balance con las que se mantienen inmarcesibles produzca un alto rédito aromático por la cercanía diaria.
Por cierto, los compromisos son cuando lo son, cuando habitan en el cuerpo de cada uno algunas gotas de cariño, atracción o amor.
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